Los navíos ingleses siempre practicaron una navegación audad y agresiva en la que influía, sin duda, su larga tradición corsaria. Durante 1801, a consecuencia del viraje de la política española como aliada de Napoleón, los ingleses realizaron varias operaciones de hostigamiento a los navíos españoles en la zona del estrecho de Gibraltar que minaron sensiblemente la moral española. La más notable fue el episodio de la noche del 12 de julio, Cuando los navíos Real Carlos y San Hermenegildo, ambos de 112 cañones, el Argonauta, el San Agustín y el San Fernando, de 74, junto a la fragata Sabina, se dirigían de Algeciras a Cádiz tras haber auxiliado a cuatro navíos franceses, tres fragatas y un bergantín, que se habían refugiado en la bahia, atacados por los ingleses. A la altura de Punta Carnero, en una noche cerrada, el navío inglés Superb de 74 cañones, navegando con las luces apagadas, disparó sobre el Real Carlos, alcanzando algunos proyectiles al San Hermenegildo, que navegaba a su lado. El San Hermenegildo se incendió, mientras el Superb atacaba al buque francés Sant Antoine, que navegaba a babor del San Hermenegildo, apresándolo en pocos minutos. Al amanecer, el fuego del San Hermenegildo se propagó al Real Carlos que había acudido a socorrerlo; ambos barcos se perdieron, pereciendo casi 2.000 hombres, entre ellos los dos capitanes.
El impacto psicológico del desastre fue enorme entre la Armada española que, con la moral ya muy minada desde la batalla del cabo de San Vicente, consideraba a los ingleses como auténticos diablos del mar y comenzaron a distorsionarse los hechos. En Cádiz, por ejemplo, y respecto a este nefasto episodio, surgió el relato de que el navío inglés se interpuso entre el Real Carlos y el San Hermenegildo navegando con las luces apagadas y en cuanto los tuvo uno en cada banda, disparó todos sus cañones contra los españoles y acto seguido se aprestó para frenar el barco, orzando a fondo para desviarse del ángulo de tiro de aquellos. Los españoles, al creerse respectivamente atacados por un inglés, se dispararon entre ellos destruyéndose. Este relato, recogido por el escritor Benito Pérez Galdós en Trafalgar, el primero de sus Episodios Nacionales, no tiene un riguroso fundamento histórico y perduró principalmente a causa de su famosa novela histórica.
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