La táctica que Nelson había planteado para derrotar a la flota franco-española era el fruto de meses de reflexión. Su plan era singular, en primer lugar, por la aplicación directa y sin trabas de la táctica de romper la línea empleada ya por el almirante Georges Brydges Rodney en la batalla de los Santos en aguas del Caribe -táctica todavía no aceptada formalmente por el Almirantazgo británico-. En segundo lugar, significaba la puesta en práctica de tres de los principios fundamentales que el almirante inglés había desarrollado a lo largo de veinte años de acciones navales marcadas por el éxito: atacar de cerca y de forma frontal al enemigo, delegar la autoridad y un especial énfasis en mantener bien alta la moral de todos los marinos.
Decidió atacar de cerca al enemigo cuando planeaba la estrategia de abordar la flota de Villeneuve en dos columnas y en perpendicular. Su intención era dividirla en tres bloques, envolviendo con sus columnas la parte central y la retaguardia y atacar cada sección aprovechándose de su superioridad numérica. Había calculado el tiempo que tardaría la vanguardia en virar y estaba convencido de que tenía tiempo suficiente para embestir mientras los otros dos grupos de navíos estaban rodeados "a distancia de carronada".
Su voluntad de delegar la autoridad quedó demostrada cuando entregó el mando de una columna al vicealmirante Cuthbert Collingwood, del mismo modo que en la batalla del Nilo delegó en el capitán del Zealous el ataque por sotavento de la línea francesa. También dio instrucciones a cada uno de sus capitanes para que tomaran la iniciativa en el caso de que vieran clara una oportunidad para dañar al enemigo. Nelson confiaba ciegamente en sus oficiales y sabía transmitirles confianza y proporcionarles una moral a prueba de cualquier penalidad.
En cuanto a la excelente entereza de sus hombres, Nelson se preocupaba diariamente de sus necesidades y había ordenado que le informaran de todas sus quejas. Durante el bloqueo de Cádiz, enviaba constantemente fragatas a Gibraltar para reaprovisionar a sus tripulantes de verduras frescas. Se ocupaba de que funcionase el correo -un proceso laborioso ya que las cartas debían llegar primero a Gibraltar y de allí partir de nuevo hacia Inglaterra en un barco mercante de arribada incierta; el trayecto al revés era todavía más complejo y azaroso-. Además, atendía personalmente los problemas que sus hombres pudieran tener. Sus marinos lo adoraban y ante la inminencia de la gran batalla, casi todos estaban dispuestos a dar la vida por él.
Por otro lado, Nelson había estudiado el plan hasta el último detalle. Había tenido en cuenta el deterioro manifiesto de la artillería francesa y la inferioridad que siempre habían demostrado los españoles en puntería y rapidez de disparo. Cuando expuso sus planes a los oficiales, se mostraron entusiasmados. Nelson estaba tan satisfecho con los preparativos y confiaba tanto en su estrategia que escribió una carta a su amante, Emma Hamilton, en la que daba cuenta detallada de los acontecimientos y se mostraba tan orgulloso de sí mismo que le confesó que le había dado un nombre a su plan: The Nelson Touch, "el toque Nelson", una estrategia que pasó a la historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario